Desde hace ya varios años acompaño a personas que están atrapadas en el consumo de sustancias y, al mismo tiempo, trabajo con sus familias. En ese camino descubrí algo que quiero compartir contigo —si estás del lado de la familia o del acompañamiento— porque puede marcar la diferencia entre la incertidumbre y el poder actuar.
¿Por qué hablo de “refugio” cuando me refiero al consumo?
Siempre explico que muchas veces el consumo no arranca como una búsqueda de placer extremo, ni siquiera necesariamente como rebeldía. Arranca como un refugio:
- ante el dolor que nunca se dijo,
- ante la soledad que nunca se habló,
- ante el miedo a pensar en el futuro.
Ese consumo se disfraza de “me hace sentir mejor”, “me ayuda a olvidarme por un rato”, “nadie lo nota”. Pero el problema es que los refugios no son estables cuando se construyen sobre sustancias. Porque lo que parece “controlado” muchas veces no lo está, y se va agrandando en silencio.
Lo que les quiero decir a las familias que me están leyendo
1. El refugio nunca es inocente
Sí: a veces pareciera “inocente”, “de vez en cuando”. Pero lo que observamos es que cuando alguien busca refugio en sustancias, lo hace sobre una base de vulnerabilidad: emocional, relacional, económica. Y esa base no se resuelve solo con “menos consumo”.
Es por eso que repito: no basta con creer que es algo manejable si hay un refugio detrás.
2. Acompañar es descubrir el problema antes que estalle
Cuando me preguntan “¿cuándo es el momento de intervenir?”, les digo: “Cuanto antes mejor”. Porque este refugio tiene tiempo limitado: cada día que pasa fortalece un patrón, una estructura que luego cuesta mucho desarmar.
No esperes la explosión, la pelea, el accidente. A veces el daño ocurre en silencio, en lo que no se ve, en lo que no se habla.
3. Tu rol no es salvar, sino acompañar y activar
Muchos familiares sienten que deben “salvar” a la persona. Pero salvar implica controlarlo todo, responsabilizarse de todo, agotarse. Mi propuesta es otra: que te conviertas en compañero de camino, no en bombero permanente ni juez.
- Interésate genuinamente por lo que vive la persona.
- Consultá con profesionales cuando lo necesites.
- Y sobre todo: cuidá tu salud emocional como acompañante.
Tres estrategias prácticas que podés implementar desde hoy
- Abrí el diálogo sin culpa ni juicio: “Me preocupa lo que estás viviendo… ¿podemos hablar de cómo te sentís?”
- Buscá información y documentación juntos: cuando conocés cómo funciona el consumo, qué es la tolerancia, qué es dependencia, podés conversar desde otro lugar, más empoderado.
- Solicitá acompañamiento profesional: no es señal de debilidad, es señal de sabiduría. En nuestro equipo del Centro Terapéutico La Libertad tenemos un enfoque clínico-terapéutico-comunitario que incluye a la persona y a su familia.
¿Por qué hacés bien en tomar este artículo como punto de partida?
Porque si entendés que el consumo puede estar funcionando como refugio, dejás de verlo como “algo que se controla solo” y empezás a verlo como lo que es: una señal, no solo de que “algo anda mal”, sino de que algo está pidiendo ayuda.
Y en ese pedido de ayuda entrás vos, como familiar que se importa, que actúa, que no se resigna.
Invitación a la acción
Si estás leyendo esto y sentís que estás ante el “refugio silencioso” de alguien que querés —quizás lo ves cada día, quizás solo vislumbrás algo que no termina de explicarse— te invito a dar un paso concreto: visitar nuestra web en www.centrolalibertad.com y agendar una entrevista (presencial u online).
Juntos vamos a evaluar la situación, escuchar lo que hay detrás del consumo y diseñar un camino de acompañamiento serio, humano y efectivo.
Porque mi convicción es firme: el consumo puede parecer un refugio, pero es un camino que no debe transitarse solo, ni invisibilizado.
— Santiago Orbez
Fundador – Centro Terapéutico La Libertad